10-mayo-2020 Día 57 de confinamiento
La Palabra de Dios siempre es oportuna. Hoy quinto domingo de Pascua, el evangelio (Jn.14,1-12) pone en boca de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. ¡Qué bien nos vienen estas palabras tras 57 días de confinamiento!
Hoy es el último día, por ahora, que reflexionamos con vosotros por este medio. Y son oportunas las palabras de Jesús porque Él es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.
- Él es el Camino que nos lleva al Padre. Cuando en la vida de cada día, a veces andamos sin rumbo o sin encontrarle sentido a muchas cosas que pasan, cuando la tristeza o la desilusión se hacen presente en nuestra vida, Él es el verdadero camino, aquel que da sentido a nuestro existir, el camino que nos lleva a la felicidad de cada día junto a los otros.
- Él es también la Verdad que ilumina nuestras relaciones y nuestros pueblos. En Él nos fijamos para ser transparentes en nuestro actuar y ser hombres y mujeres de verdad, que viven en la verdad, por encima de apariencias e imágenes. En Él encontramos el modelo para vivir en la verdad todas las horas y todos los días de nuestra vida.
- Él es también la Vida que transforma nuestro mundo y nuestro vivir. Vida en plenitud que nos afirma con su actuar que merece la pena VIVIR, que merece la pena este mundo, donde Él ha querido hacerse uno de nosotros, y que tenemos que trabajarlo para hacerlo como Él desea. Él quiere, a través de nosotros, cambiar este mundo.
Este gran mensaje nos deja Jesús en este domingo de Pascua, pero ahora que mañana volvemos a abrir nuestros templos (recordad que la Iglesia nunca ha estado cerrada) y volveremos, sobre todo, a celebrar la Eucaristía, y si Dios quiere, en las próximas semanas iremos recuperando las demás actividades de nuestra comunidad parroquial, aunque con diferencias, yo quisiera tener presente dos actitudes positivas que se deben convertir en compromiso para nosotros:
1.- OIGAMOS EL SILENCIO. Hace unos días, el Papa Francisco, en la misa de la mañana en la casa de Santa Marta, afirmaba que estamos viviendo un tiempo de silencio y que, incluso, estamos aprendiendo a escuchar el silencio. Y es verdad, durante estos días de confinamiento hemos estado tiempos de silencio, la actividad de nuestras calles se había paralizado, había silencio en muchos momentos. Y eso es positivo porque nos permite adentrarnos en nosotros mismos y adentrarnos en Dios a través de la oración. ¡Vamos a comprometernos a vivir de aquí en adelante más momentos de silencio!
2.- VAYAMOS A LO ESENCIAL. ¡Cuántas cosas que nos parecían “tonterías” se han convertido en esenciales: algunas actividades en familia, mayor dedicación a nuestros pequeños, “perder el tiempo” con los que más queremos, hacer las tareas de casa en común…! La vida diaria ha salido reforzada. ¡Ojala quitásemos importancia a lo que no es esencial! Cuántos enfados, faltas de paciencia, actitudes egoístas, pérdidas de tiempo desaparecerían de nuestra vida.
Termino haciéndoos participes de una oración de Charles de Foucauld, conocida por muchos, que a mí durante este tiempo me ha ayudado (la he rezado a diario):
Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
Comentarios