Decíamos el jueves que ahora que volveremos a participar de las celebraciones eucarísticas desde el 11 de mayo, deberíamos vivirlas desde algunas características. Hablábamos ese día de algunas y hoy veremos otras tres características:
- Utilizar los dones: (Hch 2,14,19,21). Si decíamos la vez pasada que nuestras comunidades cristianas tienen que estar llenas del Espíritu Santo, debemos decir ahora que eso nos ha de llevar a saber usar los dones que ese Espíritu de Dios nos da, por tanto debemos recordar que en la Iglesia no existen espectadores, todos estamos al servicio de los demás, cada uno desde nuestras responsabilidades y funciones.
- Dar una verdad que transforma: Dijimos que la Iglesia no es una ONG, por tanto la Iglesia no está par ofrecer “píldoras o calmantes”, la misión de la Iglesia es ofrecer la verdad de Jesucristo, una verdad que no es un calmante para un momento sino una verdad que transforma a la persona, transforma desde el interior; eso es lo que hace Pedro en su primera prédica a los judíos.
- Compartir según la necesidad: (Hch 2,44-45); según el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el ideal de las comunidades lucanas, los primeros cristianos compartían todo de tal forma que nadie pasaba necesidad. Es una realidad que desde sus orígenes la Iglesia ha practicado, y hemos constatado ahora en este tiempo de pandemia, se ha compartido los bienes incluso hasta la propia vida.
Volveremos a nuestras celebraciones y como nos decía nuestro párroco don José, reflexionando desde el artículo de Víctor Codina: “Cuando acabe la pandemia, no volvamos a restaurar la Iglesia sacramentalista del pasado, salgamos a la calle a evangelizar, sin proselitismos, para anunciar con alegría la buena noticia de Jesús a quienes no entran en el templo. Así tendrá sentido pleno celebrar en la comunidad cristiana la fracción del pan y los demás sacramentos”. Bendiciones.
Pablo Soto, vicario parroquial.
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