El Señor es mi Pastor, ¿Nada me falta?
Hace un par de días, recibí la llamada de una amiga religiosa, de la congregación del Buen Pastor, ella me decía, “estoy preparando la reflexión del domingo IV Pascua, domingo del Buen Pastor, y reflexionando en el salmo 23, “El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar”, me he estancado en las palabras “nada me puede faltar”, ¿cómo rezar o reflexionar esas palabras cuando en esta situación hay muchas personas que no tienen nada que comer, no pueden salir a trabajar? Yo como religiosa tengo mis tres alimentos, a media mañana o a media tarde me tomo un café, una fruta, en fin, pero la gente de los asentamientos humanos, las personas de la sierra, ¿ellos qué?
El desahogo de la esta hermana, me hizo pensar, me hizo pensar en las experiencias de gratuidad y confianza en el que viven muchas personas y que a veces no las comprendemos. Recuerdo mi experiencia en las comunidades de la sierra de mi diócesis de Chimbote, la gente de la sierra de Huarmey, o de las comunidades de Buena Vista Alta, o de Jimbe, incluso las gente de las comunidades de Santa Cruz o Garatea o el Trapecio; en ellas encontré gente muy sencilla que desde su pobreza siempre compartían el poco alimento que tenían, incluso cuando con vergüenza les pedía que no se preocupen por darme algo de comer, ellos siempre respondían: “No se preocupe padre, Dios no hará que nos falte un pancito para mañana”, mostrando su fe y confianza en el Señor, el que todo lo da y que hace que “nada nos falte”.
Recordaba el texto de Gustavo Gutierrez, “Hablar de Dios desde el Sufrimiento del Inocente – Una reflexión sobre el libro de Job” (Tercera Edición – Editorial Salamanca 1995), en el capítulo 7, que “Todo viene de Dios”; que “la fe popular denota un gran sentido del señorío de Dios, ella vive espontáneamente que lo Yahvé dice en el Levítico: “La tierra no puede venderse para siempre, porque la tierra es mía, ya que ustedes son para mí como forasteros y huéspedes” (25,23). La fe popular vive profundamente la convicción de que todo perteneces al Señor, todo viene de él”.
La experiencia de fe profunda del pueblo sencillo no es una mera resignación al dolor o al sufrimiento, sino una confianza profunda en la providencia, y misericordia de Dios.
El Señor es mi Pastor, nada me faltará... Un salmo de alabanza, pero también de plena confianza en el Señor que no abandona nunca a su pueblo, es verdad que la situación de pobreza de mucha gente nos pueda hacer rezar pasando como un trago amargo algunas palabras o frases de las Sagradas Escrituras, pero la realidad nos recuerda que Dios nunca abandona a su pueblo, Dios nunca nos abandona y eso en éste tiempo la vamos viendo, cuando las ONG's, la Iglesia y personas de buena voluntad se organizan para ayudar a los que más lo necesitan.
Pablo Soto, vicario parroquial.
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