En la reflexión de ayer, 6 de mayo, don José nos ponía a reflexionar sobre nuestra vuelta a misa, que con la gracia de Dios, desde el 11 de mayo volveremos a vivir. En la reflexión nos hacía unas preguntas:
“¿Sabéis cómo valoran los cristianos de los países de Misión la Eucaristía? ¿Sabéis que en muchas comunidades de esos países las eucaristías pueden durar varias horas, y la celebran sin cansarse?
¿Sabéis que algunos tiene que andar muchos kilómetros para celebrarla?”
A estas preguntas quiero añadir una más, ¿cómo volveremos?
Desde mi época de seminarista escuchaba a muchos compañeros y formadores que había que volver a las fuentes. La pregunta es, ¿qué significa eso?
Volver a las fuentes es mirar a las primeras comunidades cristianas, comunidades que tienen algunas características que tal vez sea necesario poder tener en cuenta para nuestra vuelta a la participación de la Eucaristía:
- Comunidades llenas del Espíritu Santo, (Hch 2,3-4), es decir, hay que estar llenos del Espíritu de Dios, no somos una ONG, somos el Cuerpo de Cristo y como tal hemos de aprender a movernos en la dinámica del Espíritu, una dinámica que se mueve en el AMOR, así en mayúsculas; lenguaje que nos ayuda y ayude a comunicarnos con todos los seres humanos.
- Comunidades que crean Comunidad: (Hch 2,42), uno de los aspectos que nos ha de hacer sentir Iglesia, es el sentirnos familia los unos de los otros, familia que vela por cada uno de sus miembros, en especial por los más necesitados. Tal vez ahora que nos vamos a congregar en grupos pequeños, esta dimensión la podemos fortalecer, de este modo procuraremos atraer el calor de Dios.
- Comunidades eucarísticas: (Hch 2,46), sabemos bien que la celebración eucarística es la vida de la Iglesia, la raíz de donde extrae, su savia y su alimento; el quicio sobre el que gira su actividad; la base de su misión; la cúspide de su apostolado; la razón de su triunfo; el secreto de su perpetua juventud. Ahora bien la celebración no debe ser vivida o “celebrada” simplemente por cumplimiento o por mero trámite ritual, participar de la Eucaristía y ser una comunidad eucarística es vivir en comunión con Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo; en comunión con la Iglesia, Cuerpo de Cristo; en comunión con la sociedad, sociedad en la que vivimos inmersa y en la que realizamos el proyecto de Dios, el proyecto del Reino, de la civilización del amor, de la que nos hablaba San Pablo VI.
Hay otros aspectos que podemos reflexionar, pero eso será para la próxima.
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