Avanza la semana, la segunda semana de confinamiento en nuestras casas y crece el deseo de mantenernos unidos a través de la fe que nos hace comunidad cristiana. Tenemos que agradecer a nuestros sacerdotes sus palabras que, día tras día, nos animan y reconfortan en este tiempo de soledad.
Hoy es D. Pablo Soto quien nos conduce en su reflexión por cuestiones que todos habremos pensado en estos días complicados:
Hoy es D. Pablo Soto quien nos conduce en su reflexión por cuestiones que todos habremos pensado en estos días complicados:
Una pregunta obligada ante esta
situación que vivimos ahora es:
¿Dónde está Dios mientras el ser humano sufre?
Antes que nada hay que reconocer
que aunque el sufrimiento sea siempre un misterio, también puede
ser una
revelación, porque nos muestra lo que en realidad somos y nos permite “ver” al
verdadero Dios.
Y para lograr ver verdaderamente
a Dios hay que olvidar o dejar de ver a Dios desde la perspectiva
comercial del
que da para recibir, del que se comporta como un buen creyente esperando
recibir
bienes a cambio, como he venido viendo en muchos vídeos que circulan en
facebook, donde muchos
pastores evangélicos exigen a sus fieles dar sus diezmos
para poder quedar curados de la pandemia
del coronavirus o para que el mal no
los alcance, porque si no se reportan con la parte económica,
“Dios no les va a
hacer caso, no les va a escuchar”.
La vivencia de una experiencia
dolorosa puede tener muchas explicaciones y sentidos en nuestra vida.
Puede ser
causa de la debilidad de la naturaleza, como, por ejemplo, una enfermedad; pero
también
puede ser una consecuencia del mal uso de nuestra libertad, como lo son
las consecuencias negativas
de algunos pecados; o bien, puede ser causado por
la voluntad de alguien de hacernos daño.
Esas experiencias nos sirven a todos para ser más humildes, para ser más conscientes de nuestros
límites, o para
poner nuestra esperanza de liberación definitiva del mal en la otra vida.
La experiencia del dolor, del
sufrimiento, de las pandemias, no es otra más que una respuesta de
Dios a
nuestra libertad y una invitación a salir de nosotros mismos y de nuestros
esquemas
reduccionistas de quién es y qué hace Dios en la vida y la historia.
Todo esto no es más que una
invitación a ser más solidarios, a colaborar en la
realización del plan de Dios de crear un mundo
más justo, más humano.
Entonces, ante la pregunta,
¿dónde está Dios? nos queda decir que Él está junto a los que padecen
este mal, en sus casas o en los hospitales, está junto a los médicos,
enfermeras, enfermeras, personal
sanitario civiles y militares, obreros y
empleados que están colaborando día a día para erradicar y
acabar con esta
pandemia; está junto a las personas piadosas que siguen rezando e infundiendo
esperanza para no caer en la depresión o la desesperanza.
Pablo Soto, vicario parroquial.
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