Lunes, 16 de marzo, segundo día de encierro necesario y responsable.
Durante los últimos días se nos está invitando una y otra vez a estar en
casa, a no salir nada más que para lo imprescindible. Y a la par de esta
petición también leemos, en algún que otro medio, algo que nos debe hacer
pensar. Los que viven en la calle, que aún siguen siendo muchos, ¿en
qué casa se tienen que quedar? Los que duermen en portales, en cajeros, en
bancos en los parques, arropados por cartones que hacen las veces de
mantas… ¿en qué casa se tienen que quedar?, ¿a ellos no llega el virus?. Recemos
por ellos.
Pero yo quisiera que hoy en nuestra oración tuviésemos presente a los que están solos en nuestro pueblo. Solos en sus casas. Por diversos motivos: por circunstancias familiares, personales, por opción personal, por todas las razones que sean… pero están solos.
“Solos …. pero no de Dios”. Esa es la gran realidad para nosotros
los creyentes: Dios está con nosotros. No estamos solos.
Termino la reflexión de hoy compartiendo la nota que nos llega desde la Conferencia Episcopal Española:
“En estos días de singular y dolorosa experiencia
ciudadana y eclesial, a la que nos ha llevado la pandemia del coronavirus, la
Iglesia Católica está llamada a ofrecer sus recursos en favor de los afectados
así como la presencia del Señor que salva, animando a todos los cristianos a
interceder ante la Madre de Dios, que nos ampara y escucha nuestra oración.
Por ello, invitamos a todas las Diócesis que lo
consideren oportuno a que a la hora del Ángelus suenen las campanas de nuestros
templos para invitar a orar a quienes permanecen en casa y hacer llegar, a
quienes sirven y trabajan, la ayuda del Señor y el agradecimiento de la
Iglesia. Así, proponemos que a las 12 del medio día suenen las campanas para
mostrar nuestro agradecimiento y fraterna solidaridad y orar:
- Por los enfermos contagiados por el virus, por
sus familiares, por quienes están en cuarentena y por otros enfermos que
ven afectada su atención por la prioridad de atajar la pandemia.
- Por los trabajadores de todos los Centros y
Servicios Sanitarios y todos los servicios públicos.
- Por los equipos de Emergencias, por los de
Protección Civil y por las Fuerzas de Seguridad del Estado
- Por los equipos de Pastoral de la Salud y por los
voluntarios.
- Por las personas de riesgo: niños, mayores y
enfermos crónicos.
- Por los padres, madres, abuelos y educadores.
- Por los que están viviendo esta situación de
emergencia en soledad.
- Por quienes carecen de hogar o de lo
imprescindible para vivir.
- Por las diversas autoridades públicas.
- Por los sacerdotes, los Monasterios de vida
contemplativa y la vida consagrada, que con su oración y entrega siguen
dando esperanza a todos los ciudadanos.
Y proponemos que, como conclusión del Ángelus, digamos
juntos estos días y a esa hora la oración del Papa Francisco:
“Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino
como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de
los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo
firme tu fe. Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y
estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda
regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la
voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí
nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a
través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de
Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de
todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! ¡Que el Señor os bendiga, os
guarde y os conceda la paz!”. (Comisión Ejecutiva de la CEE)
José
Cordero, párroco
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