LA ALEGRÍA DE VIVIR EN UN PUEBLO (9º día de confinamiento)
El otro día alguien en los medios decía que, durante estos días de encierro, a la hora de salir a aplaudir a los balcones, algunos estaban conociendo a sus vecinos. Y esto es positivo. Porque es verdad, en la gran ciudad la vida es más anónima. La gente no se conoce. Hay más gente, pero la distancia entre las personas es mayor.
¡Qué suerte vivir en un pueblo!
Aquí nos conocemos casi todos, nos damos los buenos días y las buenas tardes, nos saludamos. Y, ante la actual situación, la mayoría disponemos de casas que hacen el día a día más fácil, pues no se trata de pisos minúsculos de la gran ciudad.
Tenemos que dar gracias a Dios por vivir en un pueblo.
… Y otra ventaja muy importante: podemos rezar a Dios por personas con rostro y nombre. Es decir, que si hoy os invito a pedir por todos nuestros ancianos, enseguida nos vienen los nombres y rostros de muchos de ellos, con los que tenemos alguna relación.
Pues no se os olvide: HOY REZAMOS POR NUESTROS ANCIANOS.
Termino con un texto del profeta Isaías, que corresponde a la lectura de misa de este día:
“ESTO dice el Señor: Mirad: voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra”
y una nueva tierra”
En medio de este caminar difícil el Profeta Isaías nos anuncia con fuerza que Dios va a “crear un nuevo cielo y una nueva tierra”, que se va a producir una transformación y un cambio profundos y que el pueblo lo va a ver y experimentar. Que Dios no nos abandona y que toda esta pandemia va a dar frutos buenos en cada uno y en toda la sociedad. La voz del Profeta es una llamada a los cristianos a no perder la esperanza y la confianza en medio de la prueba y a no olvidarnos que “Dios escribe recto con renglones torcidos”.
Y lo de siempre : “El cielo está rojo. Mañana hará buen tiempo”.
José Cordero, párroco
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