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Conociendo el Evangelio de San Marcos


Celebramos hoy 25 la fiesta de San Marcos Evangelista. Sobre este evangelista podemos decir concretamente que: en primer lugar fue discípulo de Pablo y según Papías, (obispo de Heriápolis), interprete de Pedro y en segundo lugar sus destinatarios eran cristianos no judíos que residían fuera de palestina, posiblemente para los romanos. Aunque también hay que decir que, si bien es cierto se encuentra en segundo lugar dentro del canon biblíco, (inmediatamente después de Mateo), es tal vez el más antiguo de los cuatro evangelios.

Hoy vamos a hablar sobre la cristología del Evangelio de San Marcos, y para eso sigo completamente el artículo de https://mercaba.org/DJN/M/marcos_evangelio_de_san.htm, al que pueden acceder para conocer un poco más sobre este bello evangelio...

CLAVES TEOLÓGICAS

La cristología
La afirmación cristológica de Marcos es de gran densidad: pretende iluminar el camino cristiano desde la afirmación de la identidad de Jesús. La pregunta-respuesta sobre Jesús preside todo el evangelio. Preguntan la gente (1,27), los discípulos (4,41), el sumo sacerdote (14,61), Pilato (15,2) y, sobre todo, el mismo Jesús 27-29). Las respuestas son significativas. La gran respuesta viene de Dios (1, 11; 9, 7); a continuación siguen en relevancia la del centurión romano (15, 39) y la de Pedro (8, 29). Otras respuestas son las de la gente (6, 14-15; 8, 28), Herodes (6, 16), Pilato (15, 26) y los demonios (3, 11; 5,6-9). También el evangelista se pronuncia (1, 1). El evangelio de Marcos es una proclamación de fe en Jesús y, además, una invitación al pronunciamiento teórico y existencial por Jesús y al reconocimiento de que la verdad-misterio de Jesús sólo es posible desde la revelación de Dios.

1) Humanidad.- Frente al peligro de diluir la figura de Cristo en la vaporosidad de los esquemas de un personaje mítico, Marcos insiste en subrayar su humanidad e historicidad. Bien entendido que no se trata de narrar la vida de Jesús, sino de presentar a Jesús como Vida, como Evangelio del que forma parte todo su ser y hacer histórico. El rasgo más característico de Marcos es el realismo con que describe la humanidad de Jesús: hombre sujeto a limitaciones como los demás. Marcos es el único evangelista que refiere sentimientos o hechos de la vida de Jesús que, poco a poco, fueron matizados por la tradición posterior al considerarlos excesivamente «humanos» para ser atribuidos al Hijo de Dios: cólera 3, 5), indignación (10,14), sorpresa (6, 6), compasión (6, 34; 8, 2ss), ternura (9, 36), decepción y contratiempo (8, 17; 9,19), ignorancia (= pide información 6, 38; 8, 27; 9, 21; 10, 18) especialmente en lo tocante a la parusía (13,22).

Marcos reproduce fielmente el reproche de los discípulos, cuando la tempestad del lago (4, 38). No duda en reproducir la respuesta de Jesús al joven rico: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie lo es sino sólo Dios» (10, 18). En el mismo sentido ha de considerarse el testimonio de la visita a Nazaret y su fracaso (6, 5-6) y la misma falta de consideración de los familiares de Jesús al buscarle como a un enajenado (3, 21). Y, finalmente, como en Mateo, las últimas palabras al morir fueron «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (15, 34). Los títulos de «rabbi» y «profeta» aluden también a su perfil humano y merecen ser considerados desde su interés cristológico. Sin olvidar la alusión a Jesús como «nuevo Adán» subyacente en el relato de las tentaciones en el desierto al inicio de su ministerio público (1, 12-13).

2) Mesianismo.- Hijo del hombre. Es el título Hijo del hombre el que hace referencia a esta dimensión de la persona y misión de Jesús. Es la designación más frecuente en Marcos: catorce veces. De ellas, dos se refieren al ministerio terrestre de Jesús (2, 10; 2, 28); nueve aparecen en contextos de sufrimiento (8, 31; 9, 9.12.31; 10, 35.45; 14, 21.41) y tres en contextos escatológicos (8, 38; 13,26; 14, 62). Y siempre en labios de Jesús. ¿Se está autodesignando Jesús a sí mismo con este título o habla de otro (cf 8, 38)? A pesar de que ambas opiniones encuentran valedores, es la primera -la autodesignación- la mejor avalada. En todo caso, el título de Hijo del hombre encierra ya en el evangelio una clara confesión de la divinidad de Jesús. Respecto del mesianismo, la postura del evangelio de san Marcos es la de una afirmación clara (1, 1) y una manifestación progresiva, que va desde la «reserva mesiánica» (Jesús prohíbe que lo proclamen: a los demonios: 1,34; 3,12; a los curados: 1, 44; 5,43; 7, 36; 8, 26; y a los mismos discípulos: 8, 30; 9, 8) al «desvelamiento mesiánico» (Jesús lo declara abiertamente: 14, 61-62).

La explicación de esta presentación, un tanto paradógica, respecto del mesianismo de Jesús en el evangelio de san Marcos ha dado origen a la llamada teoría del «secreto mesiánico», formulada, por primera vez, por W. Wrede, para quien no se trataba de una realidad anclada en la vida del Jesús histórico, sino de una construcción dogmática de la comunidad (de quien Marcos la recibió) y que se compone de tres elementos: de las imposiciones de silencio al respecto por parte de Jesús, de las repetidas observaciones sobre la incomprensión e incredulidad de los discípulos y del adoctrinamiento en parábolas. La teoría tiene como objetivo armonizar la actuación y vida de Jesús, que no habría sido mesiánica, con la fe pospascual de la comunidad en Jesús como Mesías. El mandato de Mc 9, 9, de guardar silencio hasta la resurrección, se convierte en clave de interpretación.

A partir de entonces la teoría de W. Wrede ha sufrido variadas reinterpretaciones y correcciones. ¿Qué podemos decir brevemente? Creemos que, si bien la formulación de «secreto mesiánico» fue acertada, no lo fue su explicación. En primer lugar, la imposición de silencio no está orientada a ocultar la condición mesiánica de Jesús, sino a evitar una comprensión errónea, triunfalista y nacionalista de la misma. Y, además, es una imposición circunscrita a una parte del evangelio; a partir de 8, 31 desaparece la «reserva mesiánica» de Jesús y comienza el «desvelamiento mesiánico» que culminará en la Pasión (14, 61-62) y que demostrará la insuficiencia de las categorías tradicionales para comprenderlo (12, 35-37). No se trata, pues, de una invención apologética de la comunidad para explicar la incomprensión de Jesús por parte del pueblo judío, sino de una técnica narrativa intencionada de Marcos, con fundamento en la vida del Jesús histórico, para presentar la singularidad del mesianismo de Jesús y subrayar que El solo es dueño de su «verdad» mesiánica. Quizá mejor que hablar de «secreto mesiánico» sería hablar de «mesianismo secreto», o al menos considerar ambas formulaciones conjuntamente pues, quizá, ayudan a comprender mejor el fondo del problema.

3) Divinidad.- Hijo de Dios, es la formulación más inequívoca de esa realidad. Tal confesión aparece al principio (1, 1.11), en el centro (9, 7) y al final del evangelio (15, 39), además de 3, 11; 5, 7 y 14, 61. Es, por tanto, una verdad estructural del evangelio de Marcos. ¡Ésa es, precisamente, la gran novedad, la buena y nueva noticia! Es cierto que en él no hay disquisiciones sobre la naturaleza misma de la filiación divina ni sobre las relaciones que unen a Jesús con el Padre, fuera de la actitud de radical obediencia a su voluntad y del grito confiado del Abba (14, 36). Esto, no obstante, su fe en la divinidad de Jesús no deja lugar a dudas. Es la gran respuesta a la única pregunta de fondo: ¿quién es éste? Pero, ¿qué significaba este título? En la cultura helenista era asociado generalmente con la existencia de un ser semidivino con poderes extraordinarios (theios aner); evidentemente, no es éste el sentido de la afirmación cristológica del evangelio de Marcos. Tampoco lo es el que se deriva de la comprensión de la filosofía estoica cuando habla del hombre como descendiente de Dios por ser portador de una semilla divina, la inteligencia. A la hora de contextualizar la cristología neotestamentaria del Hijo de Dios es necesario, en primer lugar, acercarse a los textos veterotestamentarios. Allí se advierte cómo el título «hijo de Dios» se asigna a los ángeles (Gn 6. 2.4; Jb 1, 6; 38, 7; Sal 89, 7); también el pueblo de Israel es denominado hijo: «mi hijo» (Os 11,1), «mi hijo primogénito» (Ex 4, 22). En la literatura sapiencial, el sabio (Eclo 4, 10) y especialmente el justo sufriente (Sab 2, 13-18) es considerado como hijo de Dios. Pero son los textos vinculados a las promesas mesiánicas (II Sin 7, 12-14 y Sal 2, 7) los que ejercieron más influencia.

¿Se explica sólo desde el mundo veterotestamentario el significado de este título? Creemos que no. Es la muerte y resurrección de Jesús la que aporta el elemento específico a esta cristología del Hijo de Dios. Es ahí donde se revela la paternidad-filiación y desde ahí se comprende. No se trata de que Jesús comenzará a ser hijo de Dios a partir de su muerte-resurrección, sino que desde ahí se revela la naturaleza de la misma.

Éste es el sentido profundo de la afirmación del oficial romano: «Verdaderamente este hombre era el hijo de Dios» (Mc 15, 39). Se proclama la humanidad concreta de Jesús -«este hombre»- y su divinidad -hijo de Dios-, pero sobre todo se subraya: «era». No comenzó a serlo al morir, ya lo era; su muerte (entendida no sólo como hecho puntual sino como culminación de un proceso existencial) es una especie de contrapunto en el evangelio de Marcos a los relatos de la infancia de Mateo y Lucas: la cruz es la cuna.

No faltan comentaristas que destacan cómo la afirmación de la filiación divina de Jesús está vinculada al llamado «secreto mesiánico», que, en realidad, sería más propio denominar «secreto de la filiación divina de Jesús». En todo caso, la proclamación de Jesús como Hijo de Dios no es equiparable, sin más, a la de Mesías. El primer título es ontológico, el segundo es funcional; el segundo se origina por su Procedencia «del linaje de David según la carne» (Rom 1, 3), el primero se revela desde «su resurrección de entre los Muertos» (Rom 1, 4); el título de Mesías define las relaciones de Jesús con el pueblo de Israel, el de Hijo de Dios, las relaciones con Dios. ¿Qué afirma Marcos con el título Hijo de Dios? La fe de la Iglesia. No considera explícitamente la dimensión preexistente de Jesús como hijo de Dios, pero la afirma desde el principio de su evangelio. Algunos han pretendido ver en el segundo evangelio el desarrollo de un proceso genético en la formulación de esta realidad a partir de esquemas tomados de los textos rituales egipcios de entronización: fórmula de adopción (1, 11), de proclamación (9, 7) y de aclamación (15, 39). No faltan quienes plantean serias reservas a esta hipótesis. La cristología del evangelio de Marcos es una cristología en germen sin muchos desarrollos, pero bien caracterizada; es, por lo mismo, alta cristología testimonio claro de la mesianidad y divinidad de Jesús y estímulo para ulteriores desarrollos.

Pablo Soto,vicario parroquial.

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