Evangelio
según San Juan 3, 5. 7-15. Martes II de Pascua
En
aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo: el que
no nazca de agua y de Espíritu
no puede entrar en el Reino de Dios". El
viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene
ni a
dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu".
Nicodemo
le preguntó entonces: "¿Cómo puede ser esto?". Jesús le respondió:
"Tú eres maestro de Israel,
¿y no sabes esto? Yo te aseguro que nosotros
hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que
hemos visto, pero
ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las
cosas de la tierra,
¿cómo creerán si les hablo de las celestiales? Nadie ha
subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo
y está en el cielo.
Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser
levantado el Hijo del
hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida
eterna".
El
evangelio de hoy martes de la segunda semana nos invita a nacer de lo alto, a
nacer de nuevo.
Para nosotros los creyentes qué significa eso... El Papa
Francisco nos dice: «El único, el único que nos justifica;
el único que hace
renacer de nuevo es Jesucristo. Nadie más. Y por esto no se debe pagar nada,
porque la
justificación —el hacerse justo— es gratuita. Y esta es la grandeza del
amor de Jesús: da la vida gratuitamente
para hacernos santos, para renovarnos,
para perdonarnos. Y este es el núcleo propio de este Triduo pascual.
En el
Triduo pascual la memoria de este advenimiento fundamental se hace celebración
llena de reconocimiento
y, al mismo tiempo, renueva en los bautizados el
sentimiento de su nueva condición, que el apóstol Pablo expresa
siempre así:
“Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba [...] Aspirad a
las cosas de arriba, no a
las de la tierra.” Mirar arriba, mirar el horizonte,
ampliar los horizontes: esta es nuestra fe, esta es nuestra
justificación,
¡este es el estado de gracia! Por el bautismo, de hecho, resucitamos con Jesús
y morimos para las
cosas y la lógica del mundo; renacemos como criaturas nuevas:
una realidad que pide convertirse en existencia
concreta día a día. Un
cristiano, si verdaderamente se deja lavar por Cristo, si verdaderamente se
deja despojar
por Él del hombre viejo para caminar en una vida nueva, incluso
permaneciendo pecador —porque todos lo
somos— ya no puede ser corrupto, la
justificación de Jesús nos salva de la corrupción, somos pecadores, pero no
corruptos; ya no puede vivir con la muerte en el alma y tampoco ser causa de
muerte.» (Papa Francisco, homilía
del 28 de marzo de 2018).
Durante
este tiempo que va durando la cuarentena lo hemos de aprovechar para en verdad
nacer de nuevo,
porque si al regresar a las actividades “cotidianas”, no somos
mejores de cuando empezamos a vivir toda esta
experiencia, entonces no hemos
aprendido nada. Como nos lo recuerda también el Papa Francisco: “Señor, nos
diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes,
sino ir hacia ti y confiar en ti.
En esta Cuaresma resuena la llamada urgente:
“Convertíos”... Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como
un momento de
elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio, el tiempo para
elegir entre lo
que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es
necesario de lo que no lo es.
Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida
hacia ti, Señor, y hacia los demás”.
(Papa Francisco Bendición Urbi et Orbi del
27 de marzo del 2020).
Sigamos
aprovechando esta cuarentena para poder seguir reflexionando y “nacer de nuevo”.
Pablo Soto, vicario parroquial.
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