Entre las cosas que nuestra época postmoderna nos deja, no
es sólo haber conquistado el micro y el macro universo, haber conquistado el
espacio o haber dado un gran avance en las telecomunicaciones; en fin, nuestra
cultura postmoderna nos ha hecho, de alguna manera, la vida “más fácil”.
Creo que es algo en la que todos estamos de acuerdo, pero
así como hemos logrado grandes avances y realizado innumerables “conquistas”,
nuestra época, nuestra cultura postmoderna es la época del individualismo
económico, del individualismo posesivo, del individualismo masa, del
individualismo del consumidor. Es una época que nos ha desarraigado de nuestra
realidad, de nuestra cultura, en la que incluso hemos perdido el el sentido de
comunidad. Vivimos en una sociedad completamente individualista, tan
individualista que prima antes que nada el bien personal antes que el bien
común. En esta realidad, la mejor y mayor forma de comunicarnos es a
través de las redes sociales; es triste ver cómo en una familia los hijos,
y hasta los mismos padres están más atentos al facebook o al whastaap, que a
poder sentarse a la mesa y conversar en familia. Incluso tan individualistas
somos que cada uno tenemos nuestro televisor en nuestra habitación.
En este querer resaltar y fortalecer al individuo, al yo
como sujeto de derechos y ser pensante, hemos caído en un individualismo donde
el centro de todo es uno mismo. Es verdad que cada persona tiene su manera de
pensar, de creer, de tomar decisiones. Desde nuestra vida cristiana vemos que
ya San Pablo lo afirma cuando en la carta a los Romanos dice: "Actúe cada
uno conforme al dictamen de su propia conciencia" (Rom 14, 5), pero el
sentido que el apóstol de los gentiles quiere transmitir es el de fortalecer al
individuo para acrecentar a la comunidad de fe, no para fomentar un
individualismo donde lo único importante soy yo y nada más que yo.
“El gran riesgo del mundo actual es una tristeza
individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza
de placeres superficiales, de la conciencia aislada”, nos recordaba el Papa
Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium
Por otro lado, estamos ya pasando cuarenta días de
cuarentena, (creo que son ya 40 días), confinados en nuestros hogares,
conviviendo con nuestros padres, nuestros hijos, o con familiares. Es un tiempo
que debemos aprovechar para aprender a convivir en comunidad, a aprender a
romper esta cultura individualista para volver a fortalecer la comunidad. Este
tiempo de “encierro” debe ser un buen tiempo para dejar de mirarnos a nosotros
mismos y aprendamos a mirar a los demás, un tiempo para que nos fortalezcamos
como personas, fortaleciendo la comunidad, la pequeña comunidad, que es la
familia y aquellos con los que estamos ahora compartiendo este tiempo.
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