(Día 42 de Confinamiento)
Evangelio de este domingo: san Lucas 24,13-35
Este domingo de Pascua nos encontramos con un pasaje evangélico de lo más interesante.
Para cualquier cristiano Emaús representa nuestros pasos en algún momento de la vida. ¿Quién no ha sentido el fracaso en su vida? ¿Quién no ha tenido la tentación de dejarlo todo y buscar otros caminos? Pueden ser muchas las razones que nos han llevado a querer abandonar, a dejar Jerusalén, para buscar un lugar más cómodo. Pero, como a aquellos discípulos, de algún modo en el camino de Emaús, nos hemos encontrado con el Señor, hemos sentido que nuestro corazón ardía con su Palabra y le hemos terminado reconociendo al partir el pan. Y hemos vuelto a Jerusalén.
La historia de aquellos dos discípulos desilusionados, desesperanzados, que dejan Jerusalén y vuelven a su pueblo, a sus casas, es también nuestra historia. Muchas veces hemos podido experimentar el egoísmo de los otros, incluso la traición, y totalmente abatidos hemos pensado que lo mejor era abandonar, retirarnos, dejarlo todo. Nos hemos dicho: “¡Qué lo hagan otros, yo ya he tenido bastante!”. Pero nos hemos encontrado con la fuerza en el camino para empezar de nuevo, para volver a Jerusalén y creer que todo es posible, con la ayuda del Señor.
El camino de Jerusalén a Emaús y de Emaús a Jerusalén es también nuestro camino. En este camino podemos conocer y encontrarnos con Jesús. Hay que estar atentos a los caminantes desconocidos, pues en ellos puede estar presente el Señor.
También hay que saber que la Eucaristía es el momento privilegiado para reconocer al Señor y descubrir el sentido de nuestra vida como cristianos (“le reconocieron al partir el pan”). En torno al altar nos sabemos hermanos que compartimos el mismo pan.
Y decir que no hay que tener miedo de compartir con los demás nuestras experiencias de Emaús, tal y como hicieron aquellos dos discípulos. Todos estamos en camino y todos experimentamos cansancio, desilusión y desesperanza. Y quizá, en más de una ocasión, compartiendo nuestra experiencia y ayudando al que está cansado y a punto de abandonar, podemos ser ese caminante desconocido que ilusione de nuevo el corazón de esa persona.
¡Feliz día del señor!
“El cielo está rojo. Mañana hará buen tiempo”
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