(Día 40 de confinamiento)
Evangelio correspondiente al viernes de la segunda semana de
Pascua: Juan 6,1-15:
MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES Y LOS PECES
Hace unos días, entre los muchos mensajes que uno
recibe –mensajes de toda índole-, me llega uno que hace
pensar. Decía que hay en el mundo un virus más grave que el coronavirus. Ese
virus se llama hambre. Y tiene una vacuna: ALIMENTO.
El hambre en la tierra es una realidad que acompaña la
historia de la humanidad. Y esta realidad debe ser una
preocupación que esté presente en las estrategias políticas y sociales de todos
países, especialmente con la situación de la pandemia que golpea la economía
del mundo. Junto a los cuidados sanitarios, casi todos los
gobiernos van presentando planes de ayuda económica a las familias,
a las pequeñas empresas, a las personas en paro… Es una respuesta necesaria,
que nos debe llevar a pensar otro tipo de economía. Esto puede ser
iluminado con el Evangelio de hoy: la multiplicación de los panes y los peces
por parte de Jesús.
Jesús piensa de inmediato en el alimento de sus seguidores,
y Andrés le comunica que allí hay un muchacho que tienes cinco panes de cebadas
y dos peces. En el Evangelio de Mateo, Jesús convoca a sus discípulos a
participar en la solución: “dadles vosotros de comer” (Mt 14,16). En el
Evangelio de hoy no es diferente: los discípulos buscan soluciones, pero son
incapaces de ver más allá de lo que es posible humanamente. Lo que queda claro
es que todos somos responsables en la solución.
Como en aquel día , Jesús quiere contar con nosotros, aunque
sean solo cinco panes y dos peces lo que tenemos para ofrecer, es decir, Cristo
nos llama a repartir la vida, ahí donde estemos, en las pequeñas cosas, las que
tal vez ni se ven ni hacen ruido.
No se puede esperar una intervención divina cuando nosotros
tenemos la posibilidad en hacer algo, aunque sea para descubrir que tenemos
solo cinco panes y dos peces (Jn 6,9). Lo demás Dios se encarga, pues no espera
de nosotros soluciones que superen nuestra capacidad humana. Desea que cada uno
colabore como pueda. Lo que no puede es eludir de lo que es nuestra
responsabilidad.
Junto a las graves consecuencias del COVID-19, vemos surgir
una ola de solidaridad en diferentes ámbitos, desde personas que están haciendo
la compra a los ancianos para que ellos no tengan que salir de casa, hasta la
cooperación entre los diversos países. Desde estos gestos sencillos, Dios va
multiplicando los pocos “panes” que disponemos para ayudar a los que necesitan.
José
Cordero, párroco.
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