Con el domingo de Resurrección comienza el tiempo litúrgico que llamamos pascual y que dura cincuenta días, hasta la fiesta de Pentecostés.
Este tiempo, como el de Navidad tiene una peculiaridad y esa es su octava. La octava es un tiempo de ocho días que se celebran como solemnidad del Señor y se vive como un único día, el día sin ocaso, es decir que cada día de esta semana se vive como si fueran un solo día, la alegría pues el júbilo del Domingo de Resurrección se prolonga por ocho días seguidos.
Dentro de la celebración de la Eucaristía de estos días se canta el himno del gloria, se lee de modo continuo el libro de los Hechos de los Apóstoles, también se proclama el evangelio de la resurrección y sus apariciones (tomadas de los cuatro evangelios), en esta octava se omite el credo. Se reza el Prefacio pascual con la expresión “en este día”, (no se dice “en este tiempo”). La Misa termina con el doble Aleluya como respuesta al envío al que nos manda el sacerdote: Podéis ir en paz Aleluya, Aleluya... Demos gracias al Señor, Aleluya, Aleluya.
Cada día tiene su propia celebración, no se dice ninguna otra celebración más que la del Señor y las fiestas o memorias de los santos se trasladan a la semana siguiente.
Esta festividad de la octava tiene su raíz en el Antiguo Testamento, sobre todo en la fiesta de los Tabernáculos e incluso la misma fiesta de la Pascua judía.
Las octavas marcan un nuevo comienzo en la Biblia. La octava tiene sus raíces en la creación (Gn 1,1-2,1ss): después que el Señor Dios descansa de su seis días de la creación, el ciclo comienza de nuevo con el día después del sábado, un primer día, que es también el octavo.
En la Biblia encontramos que los niños eran circuncidados en el octavo día, (Lev 12,3). Los animales primogénitos eran dedicados a Yahveh en el octavo día después del nacimiento. Los leprosos, los hombres impuros, las mujeres con flujos de sangre eran limpiados en el octavo día.
Vivamos estos días de la octava de pascua con la certeza de que el Señor ha resucitado y nuestra esperanza se mantiene viva...
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Pablo Soto, vicario parroquial.
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